Recordaba que hace algunas
semanas habíamos viajado juntos. Ahora y quizá por esa emoción de la última
vez, quería ir de nuevo a esos lugares maravillosos, llenos de cosas nuevas y
de imaginación. Es verdad, uno se llena de esa energía de la propia naturaleza.
Te hace vivir más y hasta soñar que ahí encontrarás la paz que deseaba siempre
tu espíritu, tu interior. Todo se encaminaba a viajar nuevamente y ahora más
acompañado. Así, los esperaba casi a la salida de la urbanización, por la
última casa rústica. Miraba hacia el camino y el horizonte se perdía a lo lejos
como inescrutable. En un momento imaginé otras viviendas más en perspectiva,
como si la zona urbana hubiera crecido más. Casas con mejores diseños y muchas
en construcción. Así y todo, logré ver a varios niños con sus semblantes
transparentes, limpios, diáfanos y sus ojos claros llenos de dicha, naturalidad
y sencillez. Mis ojos volvieron a encontrarse de nuevo con el camino solitario
y me pareció ver en ese instante algo de polvo en el ambiente, muy tenue. La
sonrisa volvió sobre la comisura de mis labios. Estaba saliendo como lo habíamos
pensado creo. Claro. Ahora sumábamos como seis personas para partir luego.
Hasta mentalmente recorría el camino tranquilamente para llegar todos juntos a
esa parte del campo, a veces sitios insospechados. En un momento al parecer perdíamos
la noción del tiempo y no estábamos en este mundo lleno de todas las cosas que
conocemos o no. Nos situábamos en un plano en la que nada existía más allá de
las sensaciones que sentíamos en nuestro cuerpo y en nuestros sentidos. Hasta
daba la impresión de tocar con nuestras manos todo aquello que nos vislumbraba
la vida y existencia. Estar juntos así en ese estado, era llenar nuestras almas
de todo lo bueno. Integrarnos más y más con todo el corazón. Sencillamente
maravilloso, especial y sublime. Estaba con el vehículo esperando y seguro de
contar con la capacidad y asientos para todos. Los contaba mentalmente. Por supuesto
que viajaríamos cómodos y cada uno en su lugar. Así, fueron llegando y los
miraba extasiado de contento y feliz por ese día. No lo sé realmente, pero en
una fracción de segundo me vi sentado en el último asiento, viendo como las
otras personas subían, saludaban con una sonrisa extasiada y larga como el día
y la vida. Naturalmente debía conducir y llevarlos con toda confianza como
siempre. Seguro luego debía tomar el asiento principal para llevar el vehículo
por la vía ya transitada en algunas ocasiones. Seguían subiendo y tomaban sus
lugares con resolución y cierta algarabía. Alguna mochila o bolso pequeño se
veía. Tomé el lugar principal y salimos juntos hacia el camino, diciéndoles que
llegaríamos a la plaza principal del pueblo y ahí gustaríamos seguro de algunos
platos tradicionales.