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Han pasado varias
horas
desde que cogiste la
herramienta
y empezaste a
trabajar.
Cuando quieres
descansar
en las tardes
polvorientas
después de la faena,
sientes dolor en tus
manos
y tu columna se abre como
si
estuviese al filo de
un machete.
A quien dirás:
tanto dolor siento.
¿A quién? ¿Tu novia?
¿Tu amigo?... ¡No!
¿Tu madre?
Es probable que te
aliente,
consuele y frote tus
manos
con agua perfumada.
Pero…
¿Quién calmará tu
dolor?
Esa madre que añoras,
que no la tienes junto
a ti.
tu madre que vive
en el reino de los
ángeles. (ArSoSa)
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