20 de septiembre de 2018
12 de septiembre de 2018
EL PLAGIO DE LA TESIS...
Como de costumbre, se habían
presentado unos días antes de la sustentación de su tesis universitaria, para
conversar con algunos jurados y manifestar que el trabajo de recolección de
información, lo habían hecho en la empresa y fuera de la ciudad. La empresa
estaba al sur de la región y habían viajado para solicitar a los funcionarios y
trabajadores que llenen las fichas correspondientes, que servirían para la
elaboración de cuadros estadísticos y otros. Los profesores, asintieron muy
amablemente el desempeño de ellas. Nunca hubieran podido imaginar que podría
haber algo extraño en todo eso. Las conocían como estudiantes de pregrado. Se
mostraban atentas, seguras y con ganas de aprender y estudiar. Como la mayoría,
expresaban el deseo de culminar satisfactoriamente. Prácticamente tenían la
tesis terminada y a días de la fecha indicada para la sustentación. No faltaba
más. Solo esperaban estar en la sala de grados y mostrar algunas diapositivas
para explicar los resultados y conclusiones. Así, responderían también
cualquier interrogante. Llegó el día. Los tres jurados se presentaron a la hora
indicada con el libro de actas que usarían en ese momento importante. Las dos
damas, con sus mejores atuendos esperaban junto a la computadora principal, con
un ejemplar de su tesis y el USB. Todo estaba dispuesto. Unas botellas de agua
y algún aperitivo se veían sobre la mesa principal. Así, empezaron ese día con
mucha naturalidad, refiriéndose al tema y más. La noche anterior y por
curiosidad, uno de los jurados había ingresado a internet para revisar algunas
páginas. No estuvo mucho tiempo y pudo ver varias cosas que las estudiantes
habían tomado de la red. Copiaron y pegaron varias hojas enteras. Hasta las
famosas fichas que según las dos damas las habían hecho llenar a los
trabajadores y funcionarios, estaban ya formuladas en la web. Obviamente se
sintió sorprendido por al plagio. Así y todo, se escuchaba también que se daba
inicio en todo el país a una reforma universitaria que mejoraría los niveles
académicos. Ya en el proceso de la sustentación, el docente que había
encontrado el plagio, les enseñó a las dos damas varias hojas impresas que
ellas habían copiado. Ellas miraron y no se inmutaron. Muy por el contrario,
una de ellas manifestó que sí habían tomado la información de la red y que podían
hacerlo, porque estaba ahí disponible. Insistieron para continuar. Los otros
dos jurados observaron. El de mayor jerarquía dijo que no era posible seguir con
la sustentación de esa manera. Luego, pidieron a las damas que desocupen el
ambiente. Minutos después, los jurados debían deliberar. Increíblemente uno de
ellos y de una forma sutil las apoyaba. El otro mostraba cierta disposición a
una salida, aunque no sabía cómo exactamente. Algo sucedía frente a la
evidencia del plagio ¿Por qué no tomaban una resolución definitiva? ¿Qué estaba
sucediendo con esos jurados? Finalmente tuvieron que ceder a lo evidente. El
plagio estaba frente a ellos. No podían argumentar más. Por ahí surgió la idea de
uno de no firmar el libro de actas. ¿No era demasiado eso? Se sabía que las
decisiones se toman en ese momento. Se aprueba o desaprueba. ¿Qué esperaban? Al
final de todo eso que ya se convertía en embarazoso, las invitaron a ingresar, para
llamarles la atención y hacerles saber que estaban desaprobadas. A pesar de la
llamada reforma universitaria. ¿Hasta cuándo seguiremos con esas malas
costumbres? Hace unos días nos enteramos que un señor fiscal, que causa vergüenza
hasta de nombrarlo, plagió 292 de los 356 párrafos de su tesis con la que
obtuvo una maestría en Derecho Penal. Piden su renuncia en el contexto de la
crisis institucional que nos encontramos en el Perú. Vaya cosas.
5 de septiembre de 2018
4 de septiembre de 2018
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