12 de septiembre de 2018

EL PLAGIO DE LA TESIS...

Como de costumbre, se habían presentado unos días antes de la sustentación de su tesis universitaria, para conversar con algunos jurados y manifestar que el trabajo de recolección de información, lo habían hecho en la empresa y fuera de la ciudad. La empresa estaba al sur de la región y habían viajado para solicitar a los funcionarios y trabajadores que llenen las fichas correspondientes, que servirían para la elaboración de cuadros estadísticos y otros. Los profesores, asintieron muy amablemente el desempeño de ellas. Nunca hubieran podido imaginar que podría haber algo extraño en todo eso. Las conocían como estudiantes de pregrado. Se mostraban atentas, seguras y con ganas de aprender y estudiar. Como la mayoría, expresaban el deseo de culminar satisfactoriamente. Prácticamente tenían la tesis terminada y a días de la fecha indicada para la sustentación. No faltaba más. Solo esperaban estar en la sala de grados y mostrar algunas diapositivas para explicar los resultados y conclusiones. Así, responderían también cualquier interrogante. Llegó el día. Los tres jurados se presentaron a la hora indicada con el libro de actas que usarían en ese momento importante. Las dos damas, con sus mejores atuendos esperaban junto a la computadora principal, con un ejemplar de su tesis y el USB. Todo estaba dispuesto. Unas botellas de agua y algún aperitivo se veían sobre la mesa principal. Así, empezaron ese día con mucha naturalidad, refiriéndose al tema y más. La noche anterior y por curiosidad, uno de los jurados había ingresado a internet para revisar algunas páginas. No estuvo mucho tiempo y pudo ver varias cosas que las estudiantes habían tomado de la red. Copiaron y pegaron varias hojas enteras. Hasta las famosas fichas que según las dos damas las habían hecho llenar a los trabajadores y funcionarios, estaban ya formuladas en la web. Obviamente se sintió sorprendido por al plagio. Así y todo, se escuchaba también que se daba inicio en todo el país a una reforma universitaria que mejoraría los niveles académicos. Ya en el proceso de la sustentación, el docente que había encontrado el plagio, les enseñó a las dos damas varias hojas impresas que ellas habían copiado. Ellas miraron y no se inmutaron. Muy por el contrario, una de ellas manifestó que sí habían tomado la información de la red y que podían hacerlo, porque estaba ahí disponible. Insistieron para continuar. Los otros dos jurados observaron. El de mayor jerarquía dijo que no era posible seguir con la sustentación de esa manera. Luego, pidieron a las damas que desocupen el ambiente. Minutos después, los jurados debían deliberar. Increíblemente uno de ellos y de una forma sutil las apoyaba. El otro mostraba cierta disposición a una salida, aunque no sabía cómo exactamente. Algo sucedía frente a la evidencia del plagio ¿Por qué no tomaban una resolución definitiva? ¿Qué estaba sucediendo con esos jurados? Finalmente tuvieron que ceder a lo evidente. El plagio estaba frente a ellos. No podían argumentar más. Por ahí surgió la idea de uno de no firmar el libro de actas. ¿No era demasiado eso? Se sabía que las decisiones se toman en ese momento. Se aprueba o desaprueba. ¿Qué esperaban? Al final de todo eso que ya se convertía en embarazoso, las invitaron a ingresar, para llamarles la atención y hacerles saber que estaban desaprobadas. A pesar de la llamada reforma universitaria. ¿Hasta cuándo seguiremos con esas malas costumbres? Hace unos días nos enteramos que un señor fiscal, que causa vergüenza hasta de nombrarlo, plagió 292 de los 356 párrafos de su tesis con la que obtuvo una maestría en Derecho Penal. Piden su renuncia en el contexto de la crisis institucional que nos encontramos en el Perú. Vaya cosas.  


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