(En un lugar de Dallas, Texas - USA)
En la fábrica se vivía la Navidad. Se corrieron algunas voces
tímidamente con la intención de compartir e intercambiar regalos.
De Epifanía partió la idea.
Explicó y puso el nombre de cada una de las compañeras en un papelito y al azar
cada persona escogía uno.
– Cada una de nosotras
tendrá un ángel – dijo Epifanía –, y lo sabremos el día veinte de diciembre.
– ¿Habrá precio mínimo para
cada regalo? – preguntó Blanca.
– Creo que no – dijo
Epifanía, aclarando –, pero no se aceptan regalos de un dólar.
– Muy bien – dijo Cony,
risueña.
Comunicó a las demás
compañeras de trabajo logrando hacerse entender con algunas expresiones en
inglés y ayudada por Blanca. Todas estuvieron de acuerdo.
Entró la señora Nancy y Epifanía se encargó de
contarle lo que estaban planeando y la invitó para que participe en el juego
del ángel, sin embargo, no aceptó.
La señora Nancy propuso que
para el día veinte también, ella personalmente a nombre de la fábrica invitaría
unos platos para la hora del almuerzo. Naturalmente algunas trabajadoras
aceptaron muy gustosas, mientras otras se limitaron simplemente a escuchar.
Las cosas estaban en camino
y faltaban pocos días para saber quién era el ángel de cada uno.
No faltaron los comentarios
alegres de Epifanía y los de Rita. En realidad, la ocasión invitaba a esbozar
una sonrisa. También la señora Nancy participaba con alguna gracia, siendo festejada
principalmente por Epifanía. Algunas sonreían contagiándose de las ocurrencias.
Los días previos al
almuerzo esperado, fueron días de trabajo continuo. Cada una cumpliendo lo
mejor que podía con sus responsabilidades. Mariano había venido observando que
los acabados no eran buenos. Probablemente influenciaba en los resultados la
necesidad de terminar alguna obra urgente, aún así, hasta Epifanía no se
esmeraba por hacer bien las cosas.
Se suponía que cada una
debía responder por su parte en el proceso productivo, sin embargo, algunas
obras salían tan mal y obligadamente se procedía a descoserlos y volverlos a
armar nuevamente. Por esas situaciones
y por enésima vez, el rostro y las
palabras de la señora Nancy eran para tener más cuidado. Francamente no había
alternativa en esas circunstancias y por más que refunfuñaba la señora, les
hacía recordar que había gastado dinero y tiempo. Así, se empezaba nuevamente tomando
varias horas para hacer las correcciones y concluir satisfactoriamente.
Diariamente se escuchaban
los mismos tonos de voz y una alegría a medias. Cada una con sus
particularidades, miedos e indecisiones.
Lógicamente quienes hacían
más noticia dentro de la fábrica eran Epifanía y Pilar, quienes desde sus lugares
se lanzaban algunas frases divertidas. Habían encontrado sus afinidades. Las
demás se limitaban a escucharlas, o a veces levantaban los ojos para mirarlas y
sonreír, de ser posible. Por cierto, los momentos eran cambiantes.
Epifanía fue de la iniciativa
al decir que traería un regalito para la señora Nancy y obviamente más de una
se sintió comprometido con la idea, aunque otras no la consideraban.
Alguna vez Epifanía
preguntaba:
– ¿Quién es mi ángel?
Todas esperaban el día
señalado, sin embargo, con anticipación empezaron a llegar los regalos
envueltos en papeles decorados y los dejaban en la habitación que servía para
el almuerzo.
Increíblemente Mariano era
el ángel de Epifanía y ella no lo sabía. Así, por varias noches consecutivas,
intentó visitar algunas tiendas comerciales que estaban situadas muy cerca de
los departamentos. Encontró muchos regalos, demasiados probablemente y de todos
los precios.
Mariano pensó que tenía que dejarle a Epifanía un bonito
recuerdo y muy significativo. Al contemplar la diversidad de vidrieras, con
cientos y miles de regalos, se dio cuenta que la mayoría de la gente caía en el
consumismo. Todos pensaban en comprar y casi todos también se olvidaban de la
esencia de la Navidad.
Aunque no lo había
considerado, creyó oportuno llevarle un presente a la señora Nancy. Cuando
paseaba por el interior de una tienda vio un cuadro antiguo y muy hermoso, que
tenía un mensaje, el cuál decía:
“The influence of each human being on others
in this life is a kind of inmortality”. J.Q.A.
No lo pensó dos veces y
salió de la tienda con la primera compra. Estaba decidido, ya tenía un presente
y ahora solamente faltaba el segundo. Así, siguió por otras tiendas, mientras
tanto pensaba por el más adecuado. De pronto en la mente de Mariano se dibujó
una Biblia y le pareció la mejor idea. Tenía también el segundo regalo.
Aquí, se presentó un
problema para Mariano. Por más que preguntaba y buscaba, nadie sabía donde
vendían esos libros. Así, que se tomó un par de días más para buscarlos,
logrando encontrarlos y en español solo en la tienda Wal Mart. Compró dos, uno
para llevarlo al Perú y el otro se lo entregaría a la señora Nancy, como una muestra
de agradecimiento.