DALLAS, TESTIMONIO DE RACISMO Y
DESIGUALDAD
Por: Arturo Sotomayor Salas
Cuando conocí la ciudad de Dallas, realmente quedé impresionado
por los grandes edificios y la modernidad expresada en el centro de la ciudad
(Downtown), las grandes avenidas (Freeway) y el silencio.
Sin embargo, en todo ese esplendor de una ciudad próspera
que se mostraba frente a mis ojos, observé a varios hombres de raza negra,
acercándose sigilosamente a los basureros de algunas esquinas, para buscar en
su interior desechos de comida hasta encontrar un trozo de sandwich y quizá
papas fritas de las famosas tiendas McDonalds, llevárselos a la boca y tragar
casi de inmediato para calmar el hambre.
Advertí que la pobreza no se miraba fácilmente en la
ciudad, encontrándose más bien como escondida en miles de casas en el sur de
Dallas. La mayoría de gente y casi en su totalidad de raza negra, subsistía al
paso de los días, meses y años. Cientos y miles de desempleados metidos en sus
casas. Hombres y mujeres marginados en una larga espera de oportunidades
frustradas. Aunque hay que manifestar también que muchas familias de alguna
manera se sentían afortunadas, porque uno de sus miembros tenía un empleo y se
había integrado a una sociedad donde todo parecía estar hecho para la gente
rubia y de mucho dinero.
En el sur surgieron diferentes pequeñas empresas y
negocios administrados por los mismos afroamericanos, teniendo como
consumidores exclusivamente a los de raza negra. Hacia el norte, se había
desplazado la gente blanca a lugares con mayores viviendas nuevas,
desarrollándose también muchos centros comerciales, negocios y más tiendas,
orientados principalmente al segmento de consumidores de raza blanca.
Hasta en las iglesias cristianas. Un domingo cualquiera
miraba a todos los asistentes blancos con un cristo de la misma raza. Y en las
iglesias de los afroamericanos, todos eran negros, hombres, mujeres y niños,
teniendo frente a ellos solo una cruz de madera.
Me impresionó el silencio, porque en época de invierno
hace tanto frío que nadie camina por las calles. La mayoría acostumbra a usar
calefacción. En el verano, el calor es tan intenso que igualmente es casi
imposible caminar. Si uno lo hace, siente deshidratarse. También en sus casas
usan aire acondicionado. Aunque todo tiene un costo y hay que pagar.
Es natural que en el centro de Dallas se vea algo de gente
por cuestiones turísticas, muchas oficinas y visitar el sitio exacto donde
asesinaron a quien fue presidente de los Estados Unidos, John Kennedy. Así y
todo, saliendo de la ciudad por las grandes avenidas, en muchos lugares ya no hay veredas.
Muchas veces esperé el transporte público (DART) en un
paradero específico en tiempo de invierno y a medio día, llevando dos polos, una
chompa, abrigo, chalina, guantes, todavía así, sentía el frío que penetraba por
todo mi cuerpo. Un bus llegaba a los treinta o cincuenta minutos, dependiendo
del itinerario y de las distancias. A veces solo llegaba con una persona en el
interior.
Ese es el contexto de un problema social, racismo,
desigualdad, abuso policial y uso libre de armas. Desde abril de 2015 se puede
llevar armas en la calle. En los últimos días fueron abatidos por la policía
dos afroamericanos en otros estados. Naturalmente la protesta no se dejó de
esperar en otras ciudades y en Dallas, donde fallecieron por disparos cinco
policías.
Según la Unión Americana de Libertades Civiles,
organización de más de noventa años, este año (2016) han muerto 123 personas de
raza negra por disparos de la policía norteamericana. Como advertimos, hay todo
un problema social que involucra a muchos afroamericanos fallecidos en
diferentes incidentes. Hay el comentario que el gobierno hasta ahora no ha
podido realmente dar una solución a esta
problemática. Creo que el asunto es complejo y supone una mejor visión de todo
el proceso histórico. ¿Cuándo será posible cambiar y aceptarnos mutuamente como
somos?
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