24 de diciembre de 2016

BREAK LADIES. Días antes de navidad.

     


     – Break ladies.
     Cada mañana y especialmente a la hora del almuerzo, Rita, levantaba la voz y volvía a decir mirando nuevamente hacia el reloj:
     – Break ladies.
     Las manecillas del reloj marcaban las doce en punto. Ni un segundo más, ni un segundo menos. Las trabajadoras de la fábrica dejaban su labor. Las máquinas paraban repentinamente. Algunas herramientas caían sobre los mostradores, mientras las manos se libraban de ellas. No faltaba alguien con una sonrisa en los labios, entre tanto, otras iniciaban una plática muy placentera. Tenían exactamente treinta minutos para el almuerzo.
     El reloj estaba instalado en la parte más alta del dintel de la puerta, que servía de comunicación entre la fábrica y la oficina principal. Para el conjunto, el reloj se había constituido en un elemento importante. En algunas ocasiones parecía que marcaba la vida. El compás del caminar del segundero, era semejante al movimiento de los latidos del corazón.
     Muchas veces durante el día mientras cumplían su jornada laboral, la mirada de las mujeres se dirigía hacia el reloj. Sin embargo, algunas reflejaban en su rostro cierta tristeza inherente, en espera que el aparato apresure su marcha. Otras, en cierto modo más optimistas, contemplaban las manecillas con la esperanza que continúe hacia delante, inexorablemente.
     Dentro del ambiente principal, se encontraba una habitación muy pequeña destinada especialmente para el break. En ese lugar podían tomar sus alimentos. Cuando ellas estaban en el interior, se veían incómodas. Es por tal circunstancia que, dos o tres preferían almorzar entre las máquinas de coser. Probablemente sin querer y sin pensarlo antes, ellas procuraban estar agrupadas de acuerdo a sus orígenes étnicos.
     Así, Cony, Epifanía y Blanca formaban un grupo, ya que diversos caracteres contribuían a ello. El lenguaje constituía un factor crucial para su intercomunicación permanente. Los rasgos faciales y el mismo color de la piel, mostraban muy claramente sus orígenes raciales. Ellas eran de México.
     Rita y Loui tenían orígenes afroamericanos. Entre ellas, Loui, tenía un color de piel intensamente negro. En el caso de Rita, en su piel destacaba el color canela y en cierto modo se sentía afortunada cuando la miraba a Loui. Hablaban perfectamente el inglés.
     Ruthie, nacida en los Estados Unidos y de orígenes ancestrales. Mujer entrada en años y con mucha sabiduría, producto de la vida y la experiencia. Mantenía el mismo color de la gente americana y todos los rasgos característicos. Su piel contrastaba armoniosamente con su cabellera de color castaño, entremezclándose con algunas canas. Para ella, era mucho más fácil comunicarse con Rita y Loui, porque solo se expresaba usando el inglés.
     Dung y Hong hace muy poco que habían llegado de Vietnam. Al parecer eran familiares, aunque trabajar en la misma fábrica las había unido más. Mujeres delgadas y muy bajas en estatura, pero de una constancia y fortaleza en el trabajo. Hong, de mayor edad, probablemente le doblaba los años a Dung. Hong intentaba comunicarse con usando algunas palabras sueltas del inglés.

     Afcham y Uzma emigraron de la India.

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