(La fábrica, lugar de la reunión.
Se observa algunas trabajadoras en el break)
Una mañana, exactamente media hora después del inicio
de sus labores, el señor Benito y la señora Nancy las llamó para que se
reúnan en el centro del establecimiento,
ya que tenían algo importante que comunicar. Mariano también se encontraba con
ellas, mientras trataban de formar un círculo.
El señor
Benito se dirigió al conjunto de personas hablando en inglés y por el acento y
la seriedad en el tono de la voz, Mariano dedujo la importancia que llevaba el
mensaje. Luego, procedió la señora Nancy con algunas palabras más. Todos escucharon con mucha atención y nadie
participó para intervenir.
Posteriormente el señor Benito volvió a decir:
– Voy a
hablar ahora en español.
– Sí –
dijo la señora Nancy –, es necesario también.
– Quiero
comunicarles a todos – dijo el señor Benito, con tono grave –, que en estos
días tenemos muchos trabajos que entregar y no podemos esperar mucho. Debemos
cumplir con las fechas señaladas en los contratos. Les pido a todos ustedes
que sigan poniendo mucha voluntad en su trabajo, para poder terminar con todo.
– Yo –
dijo la señora Nancy –, quiero continuar.
– Muy
bien – dijo el señor Benito –, puedes proseguir.
– Les
quiero decir – dijo la señora Nancy, asumiendo una actitud altiva – que yo no
me voy a matar sola para avanzar en el trabajo, toda apurada. Mientras tanto ustedes
aquí, están ganando sus ingresos y por lo tanto, tienen que trabajar como yo.
– ¿Tienen
alguna pregunta? – dijo el señor Benito.
Nadie
preguntó. Las trabajadoras se limitaron a escuchar a los dueños. Parecía más
bien que, los labios de cada una se habían sellado con fuerza. A la hora del almuerzo siguieron los
comentarios.
– ¡Qué se ha creído la vieja! – dijo Cony –. !Qué nos va a exigir trabajar más!
– Tu
sigue trabajando – dijo Rosa –, como de costumbre.
– Y tú –
dijo Cony – ¿Qué dices Blanca?
–
Tenemos que trabajar normal – dijo Blanca –, estoy de acuerdo.
– Por lo
menos – dijo Rosa –, la señora nos debió hablar de un aumento, eso sería otra
cosa.
– ¡Oh!
Claro – dijo Epifanía.
Pilar
escuchaba la conversación y se veía tranquila. Obviamente estaba ganando más.
Se
quedaron calladas cuando pasó la vieja cerca de la puerta, intentando mirar a
quienes exactamente dialogaban a esa hora. Entre tanto, alguien miro hacia el reloj y todas saltaron de sus
asientos.
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